En el mundo tan competitivo y globalizado que vivimos me resulta curioso ver en mi profesión cómo todavía no explican en los años de universidad qué es realmente el branding, y cuando los profesionales deciden lanzarse al mundo laboral tienden a confundir este término con identidad corporativa o imagen de marca.
Desde que me especialicé en branding cada día aprendo un poco más, y todo ello para poder brindarle al cliente un servicio integral y una experiencia más óptima.
Ningún logotipo se puede empezar sin tener una estrategia bien diseñada detrás, pues es la herramienta que te va a ayudar a posicionarte como una marca consolidada en el mercado.
Toda marca al igual que una casa se debe comenzar por los cimientos. Por ello es importante no caer en las páginas de low – cost que te ofrecen servicios de diseño por precios super bajos pero que no te garantizan calidad ni originalidad. Al solicitar servicios de diseño en este tipo de páginas primero que nada tienes que tener cuidado de no incurrir en plagio, además de que por ser páginas que te hacen el trabajo por poco presupuesto, es probable que te terminen haciendo un diseño totalmente a tu gusto personal (aunque este no refleje la esencia de la marca) y no en base a lo que realmente quieres comunicar a tus clientes.
Cuando me llega un cliente diciendo “necesito un logo”, le pregunto: ¿y cómo sabes que necesitas eso?, ahí entra la explicación del por qué NO NECESITA UN LOGO, sino UNA MARCA.
El cliente realmente lo que necesita es crear y diseñar una marca que sea capaz de reflejar los valores del negocio, tener significado y generar conexiones con las personas. Y todo esto se consigue mediante el estudio del branding, que es el estudio de un conjunto de atributos y valores de la marca.
Tu cliente no es más que quien va a ser el embajador de tu marca, promocionando tus productos o servicios, pero eres tú quien gestiona qué es lo que se va a reflejar a través de ella y que las personas las perciban.
Para comenzar a trabajar la estrategia, lo primero que debes hacer es identificar quién es ese cliente ideal (necesitas saber todo de él como si fuera de tu familia: sexo, edad, donde vive, que estudia, que idioma habla, etc.), después qué va a sentir el cliente con tus productos o servicios (dependerá de tus valores y la filosofía que transmites mediante tu negocio) y por último, cómo te vas a diferenciar de la competencia (no sólo en lo visual, sino también en el tono que te comunicas, etc.)
La parte visual es sólo la punta del iceberg, pero hay mucho más trabajo de estrategia detrás de una marca.
Cuando establezcas todos los puntos estratégicos de tu marca, recién pasarás al diseño visual.
Una vez que tengas todo el desarrollo estratégico, déjalo en manos de un diseñador profesional que pueda plasmar en un diseño, aquello que realmente quieres comunicarle y venderle a tu cliente. Para elegir el diseñador adecuado te aconsejo lo siguiente:
- Tener bien claro lo que quieres transmitir con tu marca:piensa cómo te vas a mostrar con ella y cuál va a ser el elemento que te diferenciará. Realiza una lista de palabras claves para que te ayude con la imagen que visualizas de tu marca.
- Buscar 2 o 3 diseñadores: mira su estilo, cómo trabaja. Ingresa a su web y redes sociales, verifica sus portafolios. Ve si su estilo es lo que andas buscando y analiza que le hace destacar del resto.
- Concretar una reunión previa:en ella podrás ver cómo será el trato con él durante todo el proyecto, si de entrada se interesa por tu trabajo, o si simplemente pasa a ser un trabajo monetario más para él. Lo importante es que te sientas a gusto.
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El branding es una disciplina compleja que está muy lejos de solo abarcar conceptos de identidad corporativa o simplemente el logotipo.
El branding de marca o de empresa es el proceso mediante el cual se construye una marca, comprendiendo este como el desarrollo y mantenimiento de un conjunto de atributos y valores inherentes a la marca y por la que esta será identificada por su público.
Por ello a la hora de comenzar a trabajar tu imagen de marca, piensa primero en lo que no ves, para después pasar a la fase de lo que se va a ver.